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¿Es sobre democracia o sobre liberalismo?

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En su libro el liberalismo y sus desencantados, Francis Fukuyama, moldea el liberalismo clásico que afirma la primacía del individuo, es igualitario, es universal, cree en el progreso, difiere del nacionalismo… Fukuyama da en el clavo cuando nos recuerda que el liberalismo se ha incluido dentro del término democracia. Pero es diferente, la democracia está institucionalizada en elecciones, justas, periódicas y libres mediante voto universal.

En cambio, el liberalismo se refiere al principio de legalidad, restricción de suprapoderes de un ejecutivo. De tal manera que la democracia que conocemos en el mundo occidental, es esencialmente democracia liberal.

Entonces, ¿qué es lo que está verdaderamente en riesgo con los populismos y los autoritarismos ascendentes? Muchos autores han establecido que la democracia está en un ocaso, resquebrajamiento, muerte, colapso, riesgo o recesión. Sin embargo, sólo algunos profundizan o ajustan su definición y señalan, como Mounk, que lo que está en riesgo es la democracia occidental, que es a su vez, la democracia liberal.

Esta simple distinción tiene todo un fondo, porque en sí misma es un reencuadre político frente a las narrativas populistas que se han escondido bajo el manto de la democracia llana. Sus dos motores han sido la impaciencia a los largos procesos, y la insensibilidad de las élites y los “expertos”. Los populismos han ofrecido una democracia “que sirva”, es decir, “simple”, sin esas instituciones creadas por “los expertos”, que escuche “la voz del pueblo”, delegando las decisiones a los líderes elegidos. Resulta ser que, en esta visión, “la democracia acaba de llegar”.

¿Hacia dónde nos lleva este análisis? A observar que, para una gran parte de los ciudadanos la democracia no está en riesgo; en cambio, “llega” cuando el populismo arriba al poder.

Entonces, esta impaciencia por resultados, este señalamiento de insensibilidad, nos llevan principalmente al escenario de la democracia sin derechos, es decir la democracia iliberal. Que es donde está germinando el populismo, donde el elegido democráticamente tiene potestad delegativa de la voluntad popular, sin esas “instituciones” de los poderosos, sin esos “procedimientos” que “tanto estorban y no dan resultados”.

Si comprendemos esto, podremos observar que cuando las fuerzas demócrata liberales intentan “salvar la democracia” tienen poco eco. Porque para una gran parte de los ciudadanos, la democracia significa algo distinto que la democracia liberal. Esto nos sugiere que la dicotomía “Democracia vs. Autoritarismo” y el discurso pro-democrático de los liberales, es un discurso operativa y electoralmente perdedor frente a las audiencias. ¿Por qué? Porque para unos y para otros, los demócratas son ellos mismos y los autócratas son los de enfrente.

Ante eso, ¿todo está perdido? No. Hay otro eje que los demócratas liberales no están abordando profundamente: la lucha por las libertades y los derechos; es decir, la renovación del Liberalismo, después de que su versión extrema, el Neoliberalismo, volara por los aires hace ya 15 años y de que, en otro extremo, las libertades fueran tomadas como autonomía personal, egoísta a ultranza.

Por curioso que parezca, tras años de discusión, la pandemia nos dejó un reencuadre sobre muchas prioridades del ser humano, que, de hecho, giran en torno a muchos principios del Liberalismo: el papel del individuo en el mundo, los animales y medio ambiente que lo rodean, la discusión sobre el uso y goce de nuestro tiempo, sobre las condiciones de piso parejo para movernos hasta donde nos imaginemos, sobre la solidaridad y el talento para atender males extraordinarios en tiempos extraordinarios.

El liberalismo está llamado a reagrupar su talento y a comprender que, para salvar la democracia liberal, antes hay que rescatar al liberalismo, incluso de sus propias versiones extremas.

source https://www.razon.com.mx/opinion/columnas/rafael-solano/democracia-liberalismo-523226

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